*Carmen Villalobos dictó conferencia en la semana digital de la Biología y Agronomía de la Universidad de Colima.
Educar en los hábitos de consumo saludable es una de las claves para enfrentar la inseguridad alimentaria, que aumentará considerablemente de acuerdo a proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), según la investigadora Julieta del Carmen Villalobos Espinosa, profesora de tiempo completo del Instituto Tecnológico Superior de Teziutlán en Puebla.
Esta investigadora fue una de las participantes en la semana digital de la Biología y Agronomía de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Colima, campus Tecomán.
En su videoconferencia, afirmó que la seguridad alimentaria en estos tiempos de pandemia depende de tres pilares principales: disponibilidad, acceso y utilización de los alimentos.
Dijo que antes de la pandemia ya existía una crisis alimentaria debido sobre todo a los avances tecnológicos, que afectan a muchas naciones que no pueden seguirle el paso. Otra de las causas es el cambio climático y sus fenómenos extremos, que han generado una afectación directa a la productividad agrícola y a los recursos naturales. Por último, “y no menos importante, es la falta de acceso a los alimentos nutritivos y suficientes”.
De acuerdo con Villalobos Espinoza, en México existen todavía territorios donde la desnutrición infantil es más del doble que el promedio nacional. Además, la malnutrición también afecta a 40 millones de niños por debajo de los cinco años y que presentan un problema de sobrepeso.
Añadió que el debilitamiento económico lleva al país a la inseguridad alimentaria y por lo tanto a la malnutrición, y que “las personas se han visto obligados a aceptar menos calidad o cantidad en los alimentos que consumen. O bien, en casos graves, suelen quedarse sin alimentos. En los peores casos, pasan un día o varios sin comer”.
Indicó que sólo el 19% de todos los países del mundo posee seguridad alimentaria; los demás tienen, en grado leve, moderado o grave, algún tipo de inseguridad que ahora con la crisis sanitaria se intensifica. El continente que más inseguridad de este tipo tiene es el africano, con un 74%; sin embargo, América latina y el Caribe está detrás de ellos, con un 40%, mientras que Estados Unidos y Canadá no entran en el 40%, sino en el área de América septentrional y Europa, con el 9% de inseguridad alimentaria.
A grandes rasgos, añadió que existen ciertas amenazas que provocan inestabilidad, como los precios nacionales, pérdida de ingresos públicos, desempleo, disminución de los sueldos y la pérdida de ingresos; por lo tanto, comentó, “los efectos se ven reflejados en los cuidados y la alimentación y también se verá reflejado en los servicios sanitarios y en tener un entorno saludable”.
El año pasado, informó, “hubo al menos 57 millones de personas a nivel mundial en inseguridad alimentaria severa. La FAO acaba de publicar una predicción en la que indicó que si permitimos que haya una crisis alimentaria a finales de la pandemia, tendremos una inseguridad alimentaria severa que afectará de 90 a 100 millones de personas en el mundo”.
Para sobrevivir a la crisis, recomendó, “es clave crear una adaptación comunitaria. La manera de crear adaptación es comunicar, planear, preparar e invertir tiempo y dinero, acciones inmediatas que pueden ayudar a reducir el impacto negativo que una pandemia y otro tipo de emergencias presentan”.
Aunado a lo anterior, señaló que “educar a la gente en general es básico para que aumente la higiene y la nutrición, así como el almacenamiento seguro de agua y alimentos en las condiciones necesarias; ante una crisis, la oportunidad que tenemos son innovaciones tecnológicas para facilitar el acceso a mercados y a financiación, esfuerzos e inversiones post COVID-19 con un enfoque transformativo: asegurar mejores sistemas.”
Por último, dijo que la ciencia y la tecnología tienen un papel central para construir una mejor sociedad luego de esta pandemia mundial.