*La investigadora Janice Tapia, del Centro de Estudios Comparados de Corea, abordó
este tema en la VIII Jornada Académica Internacional sobre Corea organizada por la UdeC.
De acuerdo con una investigación de Janice Tapia Silva, del Centro de Estudios
Comparados de Corea, el feminismo radical en Corea del Sur surgió alrededor del 2015. En
un primer momento, se trató de un movimiento en línea que utilizaba la crítica y la sátira
para cuestionar contenidos misóginos en la web, para posteriormente tomar las calles y
luchar por causas específicas, como la despenalización del aborto y la importancia de la
pespectiva de género en la redacción de leyes.
Janice Tapia dictó la conferencia “Feminismo ‘radical’ de Corea del Sur”, como
parte de la VIII Jornada Académica Internacional sobre Corea organizada por el Centro
Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico (CUEICP) de la
Universidad de Colima, en la que expertos del país, de Chile, Argentina, Corea del Sur y de
la propia institución colimense, analizaron temas políticos, económicos, tecnológicos y
culturales de esa economía de oriente, una de las diez más importantes del mundo.
Esta investigadora comentó que en 2015 algunas mujeres comenzaron a utilizar el
hashtag #I_am_a_feminist y foros como Megalia para reírse y satirizar ciertos mensajes
misóginos que había en las redes sociales y en otros foros. Utilizaban para eso la técnica del mirrorig o reescritura de mensajes para cambiar, en los mensajes misóginos, el sujeto
femenino por uno masculino. En un principio sólo querían pasarla bien y divertirse. Luego,
tras conflictos internos, Megalia deja de estar activo y de allí surge otro grupo, el Womad,
considerado más radical.
Para Tapia Silva, el movimiento pasó del internet al espacio público tras el asesinato
de una joven en las afueras de una estación del metro. Más que feminicidio, las autoridades
comenzaron a hablar de asesinato, y a partir de allí crecieron las protestas, performances y
manifestaciones. Comenzaron entonces a surgir más grupos de activistas, algunos de trece
integrantes y otros de más de cien, organizados alrededor del asesinato de esta joven.
Pronto, esos grupos se unieron para colaborar en proyectos de mayor alcance terriotorial y
temporal, como la lucha por la despenalización del aborto.
Querían, dijo la conferencista, “sacar al feminismo de la institución, de la discusión
académica, y transformarlo en algo que pudiera abordarse en la cotidianidad y entre todas
las mujeres. No era necesario estudiar para ser feminista, decían, sino sólo estar a favor de
las causas que ellas proponían”.
Esos grupos cobraron más importancia con la llegada a Corea del movimiento #Me
Too. Incluso hubo acusaciones contra políticos y directores de cine. A éste se le unió, en
mayo de 2018, otro movimiento conocido como Molka o anti spycam porn; esto es, en
contra de las grabaciones ocultas de cámaras, donde muchos videos fueron subidos a sitios
pornográficos. Llegaron a protestar, mensualmente, hasta 17 mil mujeres. Se organizaba
primero en línea, sólo mujeres, y pedían que los periodistas o policías que trataran con ellas durante las manifestaciones fueran todas mujeres.
En abril de 2019, estos movimientos lograron la declaración de la despenalización
del aborto por el tribunal constitucional de ese país, que puso como límite el 2020 para
legislar sobre dicha despenalización; “esto se pospuso un poco por la pandemia, pero ahora
el asunto volvió a ser retomado por el gobierno”.
Mucha gente en Corea comenzó a percibir estos movimientos como radicales, y
hubo al respecto debates acalorados en las redes o “gender war”. Janice Tapia, como parte
de su investigación sobre estos movimientos, entrevistó a varias mujeres integrantes de
estos grupos para entender mejor el movimiento, saber cómo es que ellas se concebían a sí
mismas y qué pensaban de estas percepciones sociales.
En sus entrevistas encontró dos dimensiones de lo que significa radical. La primera
de ellas tiene que ver con una percepción homogénea de un feminismo violento y valorado
negativamente; “en este sentido, el feminismo se iguala a lo que es Megalia y Womad y a la vez se diferencia de una lucha por la equidad de género. Si bien la sociedad coreana señala, a partir de encuestas, que existen problemas de equidad, no considera que el feminismo sea la respuesta o el discurso necesario para poder combatir esto”.
La segunda acepción es lo que las feministas entienden por radical; “para ellas, lo
radical era el TERF (feminismo radical transexcluyente), con lo que muchas tampoco están
de acuerdo y que lo conciben como un subgrupo dentro de esta generación que se opone al
feminismo interseccional, ya que deja de lado a las mujeres trans y sólo aboga por un
feminismo protagonizado por mujeres biológicas”.
Al conocer sus testimonios, comentó Tapia silva, “parece ser que ellas se consideran
radicales siempre y cuando eso implique cuestionar la legitimidad social existente. Son
mujeres profesionales o en vías de serlo, que no se casan, que no tienen hijos y que muchas veces son consideradas culpables de los problemas sociales actuales de Corea, como la baja tasa de natalidad, por ejemplo. En este sentido, el radicalismo es construido por la sociedad que las rodea y también es una especie de reacción a las instituciones y tradiciones de su tiempo”.
La sociedad coreana percibe al feminismo, agregó la investigadora, “como una
actitud o un capricho de mujeres jóvenes que traerá más problemas a una sociedad que ya
está con obstáculos”. Curiosamente, añadió, “el antifeminismo está representado en Corea
del sur por hombres jóvenes; son ellos quienes tienen actitudes más hostiles frente al
feminismo, ya que ven a las mujeres más que nada como competencia por el trabajo, por
estudios, y como ellos se ven privados o interrumpen su ciclo académico por el servicio
militar y las mujeres no, ven que las mujeres tienen cierta ventaja, sin considerar otros índices como como la deserción laboral una vez que ellas tienen hijos o los pocos espacios
que tienen las mujeres para tener puestos de gran jerarquía en empresas”.
Finalmente, dijo, aunque no están muy de acuerdo con la calificación, prefieren ser
feministas radicales a ser “feministas buenas”, las que hacen lo que sugiere la sociedad; “no hay una visión homogénea en todas ellas. Además, cuando uno empieza a ver y analizar sus acciones, nota que no hay una irracionalidad o una performance por la mera performance, sino que están trabajando en temas muy específicos, que tienen agendas y proyectos por cumplir”.
Muchas de esas mujeres, dijo para terminar, formaron parte del nuevo Femy Party o
partido femenino, creado el 8 de marzo de 2020 en el contexto del Día Internacional de la
Mujer. Al parecer, buena parte de la lucha será ahora por “hacer del feminismo un discurso
legítimo y diferenciado de su origen digital y tener un impacto político y social a través de
legislaciones concretas”.