La desaparición de poblaciones humanas en Chernóbil dio pie a que la naturaleza recuperara el territorio. Hoy, la zona es un santuario natural.
Hace 35 años, la Organización de Naciones Unidas reconoció la muerte de 31 trabajadores de la planta nuclear. Más de 100 mil fallecidos se registraron de manera posterior, a causa de cánceres provocados por la explosión. Asentamientos humanos, como la ciudad de Prípiat, son hoy pueblos fantasma.
Después de la explosión de Chernóbil en 1986, la actividad humana paró de súbito en esa zona de Ucrania. Hoy, es un santuario de 2 mil 400 kilómetros cuadrados destinado para especies en peligro de extinción.
¿Qué pasó en 1986?
Uno de los estandartes de la carrera científica de la Unión Soviética durante la Guerra Fría fue la tecnología nuclear. Por esta razón, la URSS empleó gran parte de su fuerza económica en desarrollar y establecer plantas nucleares que generasen energía de vanguardia, con la promesa de que sería más limpia que las alternativas fósiles.
A pesar de eso, a raíz de un descuido en los niveles de los reactores nucleares, uno de ellos sufrió una explosión masiva en abril de 1986. Como consecuencia, la detonación emitió 400 veces más radiación que una bomba atómica que devastó Hiroshima.
A partir de entonces, el país ha realizado campañas de limpieza exhaustivas. Para evitar más daños a la vida humana, desde finales de los 80, se creó una zona restringida alrededor de la planta con cerca de 2 mil 400 metros cuadrados. Por lo cual, cerca de 350 mil personas han sido evacuadas de las cercanías de Chernóbil. Lo más probable es que nunca regresen.
¿Qué pasa con la vida silvestre en Chernobyl a 35 años del accidente nuclear?
A pesar de que los trabajos de limpieza empezaron inmediatamente después del accidente, hoy en día los niveles de radiación son todavía muy peligrosos para la vida humana. Aunque no existen números claros sobre las consecuencias en la salud de las personas afectadas, hay registros de diversos tipos de cánceres decantados de la contaminación nuclear.
Sin embargo, el éxodo tan rápido de las poblaciones humanas dio pie a que la naturaleza recuperara el territorio. Con los años, la vegetación resurgió sobre los edificios abandonados. Muy pronto, Chernóbil se convirtió en una reserva ecológica para caballos, aves, bisontes, osos, linces y roedores salvajes que fueron clasificados como amenazados durante el siglo XX.
Quizá el caso más icónico es el de los caballos de Przewalski, una especie salvaje que había reducido sus poblaciones significativamente en Asia. Anteriormente ampliamente distribuidos en el desierto de Gobi en China, durante la segunda mitad del siglo pasado fueron cazados hasta la extinción. Hoy, lenta y paradójicamente vuelven a poblar las inmediaciones de Chernóbil.
El condicionante de la contaminación nuclear ha mantenido fuera a los seres humanos. Con la excepción de algunos turistas que buscan el morbo de presenciar lo que quedó, el estado no permite la entrada a la zona afectada. Hasta hoy, el registro es que el área quede inhabitable para los seres humanos durante siglos. Por esto, se espera que Chernóbil permanezca como reserva natural en el largo plazo.