Lo que tenemos que hacer es priorizar que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, sobre todo en espacios cerrados”, dijo en entrevista.

Luis Alberto Castro Sánchez, científico del Centro Universitario de Investigaciones Biomédicas (CUIB) y responsable del Laboratorio de Diagnóstico Molecular de la Universidad de Colima, dijo en entrevista que la nueva evidencia científica sugiere que para
evitar el contagio por el virus del SARS-CoV-2 hay que priorizar, más que el contacto con
algunas superficies, los aerosoles que se generan al respirar, al hablar, al toser o estornudar, y que pueden permanecer por horas en espacios cerrados y con mala ventilación.

En un principio, dijo, “se pensó que el contagio más importante era a través de gotas
o gotículas mayores de cien micras, pero ésta, aunque sigue siendo una forma de contagio,
la manera más eficiente que utiliza el virus SARS-CoV-2 para infectar son los aerosoles”.
En el caso de las gotículas, han resultado eficientes el uso del cubrebocas bien colocado y
la sana distancia. Lo que no funciona, dijo, son los tapetes sanitizantes ni esos arcos de
desinfección que se utilizaron en un principio.

Asegura que en el caso de los fomites (objetos inertes como los celulares o las
botellas de agua que pueden contaminarse con estiércol, sangre, orina, saliva o distintos
fluidos), “si bien hay artículos científicos que decían que el virus duraba horas en diferentes
materiales, se ha visto que no es la principal forma de contagio. Si uno toca una superficie y luego las mucosas, sólo uno de cada diez mil casos podría resultar infectado. Se sigue
tomando como un posible mecanismo directo o indirecto de contagio, pero realmente lo que tenemos que hacer es priorizar que el SARS-CoV-2 se transmite por aire, sobre todo en espacios cerrados”.

Por aire no significa que los aerosoles están volando en espacios abiertos o con muy
buena ventilación; “me refiero a que cuando hablamos, respiramos, tosemos, estornudamos o exhalamos, vamos a producir partículas que se llaman aerosoles, partículas que sacamos de nuestro tracto respiratorio y que se producen en los bronquios, en la laringe o en la boca, y que si la gente está infectada, allí va el virus”. Para explicar mejor el concepto, dice que es como si alguien fumara en una habitación cerrada. Llega un momento en que se acumula tal cantidad de humo que vuelve difícil la respiración; “eso mismo pasa en los espacios cerrados, que cuando la gente no usa cubrebocas o lo tiene mal ajustado, se empiezan a generar estos aerosoles, que incluso manteniendo la distancia pueden infectarnos; por eso es importante darle más atención a este tema”.

Sugiere, en estos casos, priorizar la ventilación e incluso medir el CO2 o dióxido de
carbono (gas que emitimos al respirar). A mayor cantidad de CO2, dice, significa que el aire ya fue respirado por otras personas que podrían estar infectadas. En espacios cerrados
que no cuenten con ventanas, sugiere utilizar filtros de aire (él propone filtros HEPA o
MERU, que son más baratos).

En las escuelas, recomienda darle seguimiento a los casos asintomáticos, apoyarse
en los matemáticos para definir un número de muestra ideal y hacer pruebas aleatorias de
PCR, que son las que se hacen en el Laboratorio de Diagnóstico Molecular de la UdeC. Si
se identifica un caso, dice, hay que aislarlo y tomar las medidas necesarias, que podrían
implicar el cierre del grupo o de toda una facultad.

En este sentido, habló de lo importante que es la corresponsabilidad. Porque una
institución puede tener el mejor de los protocolos, con especificaciones incluso para un
laboratorio, una oficina o una cafetería, “pero si los muchachos van a salir y sentarse en el
pasto como lo hacen, muy cerca y sin usar el cubrebocas, porque son jóvenes, se estaría
aumentando el riesgo de contagio. Hay que decirles a los muchachos que sus acciones
pueden hacer que volvamos a aislarnos, a cerrar por completo un lugar o que ellos mismos
puedan infectar a personas susceptibles. Se supone que ya muchos están vacunados, pero la efectividad de las vacunas no es del cien por cien y no sabemos si en algún momento
llegará una variante del virus SARS-CoV-2 que tenga mayor contagio entre la población.

Esta pandemia no ha terminado, sigue en marcha, está activa y vamos a tener que aprender a vivir con ella toda la vida”.

Por último, dijo que la mejor vacuna “es la que te ponen, porque tenemos un
desabasto de vacunas a nivel mundial. Afortunadamente aquí hay muchas, las cuales
pasaron por protocolos fase 1, fase 2 y fase 3. Y luego la gente piensa, ‘¿pero cómo es
posible que hayan sacado tan rápido una vacuna y no hay una vacuna para el Sida o el
cáncer?’ Por la investigación, sobre todo por esa innovación impresionante de las vacunas
mediadas por ARN. Llevó años o décadas de investigación con otro tipo de virus, y
afortunadamente se contaba con esa estrategia experimental y tecnológica para hacerlo
rápidamente, en el caso de la infección por el virus del SARS-CoV-2”.

Es importante en este tema, concluyó, “no caer en la infodemia, no escuchar
charlatanerías ni utilizar cosas como el dióxido de cloro, que son tóxicas. Hay que seguir
siempre la información oficial. Es una total mentira, por ejemplo, que las vacunas tienen
chips o magnetismo. Además, las vacunas de ARN mensajero o las mediadas por algunos
adenovirus no llegan a modificar el genoma, así que no se preocupen, no van a mutar y ser
verdes, amarillos o rojos”.

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