Con el fin de capacitar al personal directivo y administrativo para el posible regreso
presencial en agosto, inició este lunes un curso virtual Dr. Ramón Sánchez, del
Departamento de Salud Ambiental de la Universidad de Harvard.
Con la participación de más de 460 universitarios, entre directivos, administrativos
y funcionarios, inició este lunes el curso virtual “Estrategias de reducción del riesgo ante el
Covid 19”, que impartirá a lo largo de la semana Ramón Alberto Sánchez Piña,
investigador asociado del Departamento de Salud Ambiental de la Universidad de Harvard,
en Estados Unidos.
En su intervención, el rector de la Universidad de Colima, Christian Jorge Torres
Orriz Zermeño, comentó que esta capacitación es fundamental porque se trata de conocer la opinión de un científico experto en el tema, que ayudará a disminuir la incertidumbre que genera el exceso informativo sobre el COVID-19, “especialmente para las y los
trabajadores universitarios que están tomando el curso y que tienen responsabilidades
directas ante la posibilidad de que en agosto, la institución regrese de manera gradual a las
actividades académicas presenciales”.
El curso virtual tiene como objetivos compartir la historia, patología y los
mecanismos de infección principales del COVID-19 para desarrollar medidas que
prevengan su propagación en la comunidad; evaluar las vulnerabilidades de salud de los
sistemas actuales ante la reapertura de los sectores educativos una vez que disminuya el
ritmo de infección del COVID-19, así como ofrecer información básica sobre la
epidemiología y las mejores prácticas a nivel mundial del manejo adecuado de una
pandemia.
También busca compartir información científica, validada mundialmente, sobre las
tecnologías, prácticas sociales y los métodos de prevención de enfermedades infecciosas
respiratorias en distintos ambientes y sobre cómo hacer detecciones tempranas de los
síntomas del COVID-19, los tratamientos más recientes y cómo realizar un plan efectivo de
preparación para un regreso seguro y duradero a las actividades productivas y académicas.
El primer día, utilizando datos estadísticos generados en Estados Unidos, dijo que el
sector educativo no es la principal fuente de contagio comparada con otras actividades. En
una escala que va de los sitios con menos contagios, que son los servicios legales (0.5%), a los más altos, que son de los practicantes y técnicos de la salud (11.1%), la educación sólo tiene el 2.2 por ciento.
Recordó que el periodo típico de incubación del COVID-19 es de cuatro a catorce
días y que el periodo de transmisión a terceros inicia desde 60 horas después de la
exposición del individuo infectado hasta la desaparición de síntomas; esto es, entre cuatro y doce días después del primer síntoma. En cuanto a las personas asintomáticas, dijo, el día máximo de transmisibilidad es cuando termina el periodo de incubación, “por eso las
personas pueden transmitir la enfermedad sin saber que son portadoras del virus, en un 81
por ciento de los casos”.
Dijo también que la principal fuente de contagio son los aerosoles que generamos al
hablar, respirar, estornudar o toser, por lo que recomendó ampliamente el uso de
cubrebocas, mejorar la ventilación de los espacios, la desinfección y los filtros de aire. En
este sentido, dio cifras sobre el tiempo en que una persona con síntomas, sin cubrebocas, en un espacio cerrado y con poca ventilación puede contagiar a otra. Si hay dos personas
frente a frente, explicó, sin ninguna medida de protección, pueden contagiarse en un tiempo promedio de 75 segundos. Lo más rápido son 36 segundos. Además, si se está ante una persona asintomática leve, el tiempo de contagio es de 257 segundos.
En cambio, si dos personas están frente a frente, con mascarilla facial quirúrgica y
en un espacio abierto, aunque no tengan una distancia social adecuada, tardarían en
infectarse 438 mil 596 segundos.
Es importante, destacó, utilizar la mascarilla de manera correcta, sin dejar la nariz
de fuera, porque el virus SARS-CoV-2 entra por los ojos, la nariz y la garganta y se aloja en
el revestimiento de la nariz; “si el sistema inmune no contrarresta el virus durante la fase
inicial, éste baja por la tráquea para atacar los pulmones, donde puede volverse mortal”. Por eso recomendó hacerse mediciones constantes de oxígeno con un oxímetro de pulso.
Asegura que si la persona detecta que el oxígeno en su cuerpo baja de un valor del 90% y
acude a un hospital, puede adelantar hasta en seis días la aparición de síntomas y evitar
complicaciones severas.
En personas menores de 21 años expuestas al SARS-CoV-2, comentó, “se ha notado
un síndrome de inflamación extrema parecido al Síndrome de Kawasaki, pero en estos caso
no es mortal y puede tratarse con medicamentos actuales”.
Compartió también una fórmula de tres pasos para evitar el contagio: Usar
mascarilla, ventilar los espacios y desinfectarse las manos con gel; “con ellos, la gente
puede protegerse en más de un 90 por ciento”.
Recomendó, además, ser corresponsables y decirle a la gente lo importante que es
reportar cuando tengan los síntomas, para proteger así a todos los demás y cortar la cadena de transmisión, sobre todo en el caso de personas infectadas que deben trabajar en oficinas, en espacios cerrados o de las y los alumnos cuando comiencen las actividades presenciales; “no le dejen todo a las autoridades”.
Por último, en cuanto a las vacunas, dijo que todas son buenas. Que todas, además,
protegen del riesgo de ser hospitalizados, y si se contagian, sólo tendrán los síntomas de
una gripe normal. Comentó que, gracias a los avances tecnológicos, fue posible fabricar una vacuna efectiva en un tiempo récord, de diez meses y quince días. En cuanto a las vacunas hechas de virus inactivado, como la CanSinoBio, explicó que generan anticuerpos contra el SARS-CoV-2, “pero además aumentan el número de células T, que identifican y matan a las células ya infectadas” y generan memoria de más largo plazo en el cuerpo, con lo que no sería tan inmediato el refuerzo. En este mismo tema, comentó que la gente ya vacunada puede aplicarse otra vacuna, distinta incluso, pero debe esperar al menos siete semanas o dos meses entre una y otra.
Finalmente, adelantó que una vez que la población adulta esté vacunada será necesario insistir con los jóvenes para que extremen los cuidados, ya que “ellos serían los únicos huéspedes adecuados para el SARS-CoV-2. Pfizer ya tiene una vacuna para individuos de entre 12 y 15 años, pero es necesario enseñarles a prevenir infecciones si queremos evitar mutaciones mayores y tengamos, como humanidad, que volver a empezar
desde cero”.