*El meteoro enlutó casi todos los hogares existentes en la ciudad
Doña Carmen Morales tiene hoy 71 años de vida. Cuenta, enjugándose las lágrimas que inundan sus mejillas, que al menor viso de tormenta suele venir a su memoria las incontables imágenes de desolación y muerte que presenció durante las primeras horas de aquel martes 27 de octubre. A pesar de ser una niña en aquel entonces dice tener muy presente aún, más en las noches de pesadillas, los gritos de desesperación y las voces de las decenas de personas que clamaban por auxilio en el pináculo del aquel ciclón. Fue una de las afortunadas en sobrevivir a la tragedia situación que le provoca aún una sensación sombría.
Ningún otro desastre ha generado tantas muertes en Manzanillo como el ciclón del 27 de octubre de 1959. El fenómeno es descrito por historiadores como la más grande devastación natural en la entidad y una de las más mortíferas incluso a nivel mundial. De golpe aquel monstruoso huracán se llevó la vida de casi uno de cada diez habitantes de esta ciudad. A más de 6 décadas de aquella pesadilla varias cicatrices permanecen abiertas en la ciudad.
Si bien otras latitudes fueron arrasadas literalmente como Minatitlán en ningún otro punto ese ciclón resultó tan mortífero como en Manzanillo. Las cifras oficiales hablan de un millar de muertos pero otros refieren que el número de muertos podría rozar los 2 mil. No hubo punto en la ciudad, habitada en aquellos entonces por escasas 28 mil almas, que no mostrara rastros del vendaval que se había vivido en las horas previas a aquella mañana. De acuerdo al propio cronista municipal casi todas las viviendas resultaron con afectaciones, en mayor o menor medida, al meteoro que fácilmente alcanzó –según estimaciones- rachas de vientos por encima de los 300 kilómetros por hora.
Para la consumación de la tragedia además del destino se combinaron diferentes factores, a decir de los sobrevivientes y especialistas que en días posteriores, llegaron al puerto a ayudar o estudiar la situación: lo endeble de la mayoría de las viviendas, construidas con materiales proporcionados por la misma naturaleza en gran parte; los escasos avances tecnológicos de aquel entonces en materia de meteorología; la escasa cultura de la protección civil y evidentemente el destino que le jugó una mala pasada a esta región.
En torno a este pasaje se tejieron innumerables historias de luto y heroísmo. Quedó para la posteridad el naufragio del buque Sinaloa donde apenas sobrevivieron 12 de 50 personas que lo abordaron momentos antes del vendaval y entre cuyas muertes se cuenta la de Samuel Domingo Zamora, quien a sus escasos 18 años se perdiera en la inmensidad del mar. Nunca se volvió a saber nada de él. Misma suerte de otros centenares de manzanillense.
Algunos de los barrios más humildes se vieron auténticamente arrasados por el meteoro de dimensiones bíblicas entre ellos la Pedregosa, la San José y el sector 2 por solo citar algunos. Exactamente 57 años han pasado de aquella devastación. Con el apoyo del gobierno federal pero sobre todo con el enorme esfuerzo y espíritu solidario de los manzanillenses el caos fue siendo superado. A raíz de aquello nació un Manzanillo más moderno, con nuevos barrios mejor diseñados y más preparados ante la adversidad como por ejemplo la Unidad Padre Hidalgo o la colonia de Las Brisas. Pero sigue siendo, por razones obvias, la peor tragedia en el municipio costero.