A finales de agosto de 2020, en un recorrido por el norte del estado, al pasar por Quesería, en Cuauhtémoc, nos percatamos de por lo menos tres grandes montículos que dominan el paisaje, los cuales se pueden apreciar desde la carretera. Su simetría nos indicó la teoría que pueblos antiguos se desarrollaron en la zona.

El basamento con mayor altura es de 22 m aproximadamente, ubicándolo en el top de los edificios prehispánicos más altos hasta ahora conocidos en Colima, pues como colimense, podría decir que estos vestigios arquitectónicos tienen mayor elevación que las pirámides de La Campana y El Chanal.

 

Cabe mencionar que, aunque comúnmente las referimos como “pirámides” en realidad el término más acertado es edificio, estructura o basamento prehispánico, que no necesariamente contienen tumbas. La pirámide como tal tiene características específicas; es un cuerpo geométrico con fines funerarios que tiene como base un polígono cualquiera, y sus caras laterales son triángulos que se juntan en un vértice común, como las de Egipto.

Algunos investigadores prefieren llamar a este tipo de templo sagrado “Teocalli”, que quiere decir en náhuatl “Casa de un dios”, algunos otros difieren también de esta expresión, ya que es un término que procede del náhuatl, una lengua que, si bien sí tiene registro en Colima, no se sabe si efectivamente se habló en la época precolombina.

El tipo de edificio más reconocido y que define la arquitectura prehispánica en México, es el basamento para el santuario. Estas obras, llaman la atención por su simetría; se caracterizan por su forma y accesos de escaleras para llegar a la cima y en ocasiones están decoradas con esculturas talladas en piedra. Las técnicas de edificación de cada cultura dependían de la zona geográfica y del acceso a distintas materias primas. Las estructuras arqueológicas algunas veces implicaban un sistema constructivo de piedra y en otras, eran aprovechados los montículos naturales que disponían en el territorio.

En el caso de Quesería, se pueden observar ruinas compuestas por “peñas”, que son residuos de lahares del paleovolcán que hace miles de años aquí teníamos. Estas singulares formaciones de paredes con aparentes trabajos de tallados y pulidos, todavía se les aprecia verticales.

Nuestros antiguos pobladores utilizaban estas características de la orografía, adaptando su cumbre, colocando piedras de cimentación, escaleras y dándoles forma simétrica, para finalmente colocar viviendas, observatorios o centros ceremoniales y así evitar se inundasen, como hemos observado en las maquetas encontradas en las Tumbas de Tiro.

En el presente, sólo vemos las ruinas pues estas “casas” eran hechas principalmente con elementos perecederos, como la madera, o hechos con bajareque; una mezcla de lodo, tepetates, cal y zacate, un compuesto muy duradero, liviano y fresco que ofrece cierta resistencia a los sismos que caracterizan la zona del Cinturón de Fuego del Pacífico, reconocida por concentrar algunas de las regiones sísmicas y volcánicas más activas del mundo, en la que vivimos.

Este sistema de construcción de viviendas a partir de palos o cañas entretejidas y barro, se especula, fue utilizado desde épocas remotas para la construcción en pueblos de América, muy parecido al adobe. Al acercarse a estas ruinas, sobresalta la cantidad de tiestos cerámicos en el piso, que salieron posiblemente al hacer los surcos para los cultivos o en saqueos. Las piezas encontradas presentan quebrados antiguos y modernos.

Hoy en día este lugar es aprovechado para siembra de cultivos de raíz poco profunda, como el maíz y la caña de azúcar, lo que podría suponer que aún se mantienen intactos algunas construcciones, entierros y ofrendas que pudieran permanecer por debajo del nivel del suelo. En el caso de la caña de azúcar sí suele dañar los vestigios, quizá no con las raíces, pero sí con todo el preparado que requiere la tierra, que normalmente se hace con tractor, removiendo hasta medio metro de tierra y quitan piedras, por lo que alteran significativamente los contextos arqueológicos.

En la actualidad, llegamos a un terreno y lo aplanamos para adaptarlo a nuestras necesidades, en el pasado era todo lo contrario, pues eran estas características del terreno las que se buscaban para elegir un sitio ideal de asentamiento; como cercanía a fuentes de agua, elevaciones naturales, flora y fauna, así como claros para cultivos.

El sitio arqueológico de Quesería se encuentra a 1263 msnm aproximadamente, a poco más de 14 km en línea recta al cráter del Volcán de Fuego. Un tesoro más, que abarca la valiosa herencia cultural de nuestros antiguos pobladores mesoamericanos.

La arqueóloga Ligia Sofía Sánchez Morton, compartió información referente al hallazgo de estos basamentos, “habría que hacer excavaciones que permitan conocer el sistema constructivo. Lo que sabemos a partir de los edificios de La Campana o El Chanal, es que se construyeron usando tierra confinada mediante la construcción de cajones de relleno. En el caso del sitio Comala, sabemos que se combinó el aprovechamiento de las lomas de tepetate y cajones de relleno”.

Sobre la importancia de estas ruinas, la especialista destacó que “es relevante en términos patrimoniales y para el conocimiento de la historia de Colima. Siempre es importante acrecentar el registro de sitios y vestigios arqueológicos, pues facilita su correcta protección, estudio y las acciones encaminadas a su conservación. En cuestión de investigación, el conocer más sobre los sitios y sus características, no sólo ayuda a ampliar la historia de la región, sino que permite conectar a los pobladores actuales con el pasado del lugar que hoy habitan. Es importante que la gente se sienta relacionada con el pasado y se re apropie de los vestigios, pues esto también contribuye a su correcta protección y conservación”.

“Sin hacer exploraciones arqueológicas es difícil expresar con certeza a qué fase prehispánica pertenecen, sin embargo, en Colima es común suponer que estructuras cuadrangulares prehispánicas, corresponden a las épocas del Epiclásico y del Posclásico. Al ver las formas, parece probable que pudiera tratarse de un conjunto de edificios prehispánicos, sin embargo, es necesario realizar un minucioso análisis de estas lomas, y quizá hasta una excavación que permita conocer más información”, concluyó.

Los basamentos prehispánicos, monolitos con grabados y oquedades, una tumba saqueada, grandes piedras sin tallados consideradas deidades o hermanos mayores, así como vestigios cerámicos, ya han sido notificados al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El reporte del área fue realizado en equipo con la arqueóloga Ligia Morton, Jonathan Villa y su servidor Rafael Cruz (fotoperiodistas). La visita de reconocimiento periodístico fue un trabajo en equipo con el escritor e historiador Osvaldo Mendoza y el fotoperiodista Luis Castell.

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